29 de julio, un pretexto para festejar y recordar el día en que un mico de gran oreja (si, solo una), mucha cabellera y enorme fuerza decidió acompañarnos.
La lista de invitados se compuso (para fines clasificatorios) de: 2 recien nacidas (3 meses), 1 toodler menos, 4 toodler mas, 1 chico menos, 2 chicos mas, 1 mediano mas y 1 prepuberta acompañados por 10 adultos y 2 abuelos.
Los materiales: 1 pastel, gelatinas, helado, un rollo de papel blanco, crayolas, juguetes para distintas edades y muchas ganas de jugar.
Fue algo inconciente y poco preparado, en viernes de quincena en una ciudad bombardeada por obras y una tormenta intensa, con fallas eléctricas en el lugar cede losminvitados empezaron a llegar entre el azote del agua, claxons, maniobras para estacionarse en las cercanías de las instalaciones, solo tuvimos una pérdida en el camio que se le extrañó... Uno a uno llenaron la sala, el comedor, el área de juego y la habitación de los niños; en medio del caos descubrí algo que me encantó, los niños jugaban con los niños mientras los adultos platicaban con los adultos, puede escucharse simplista y obvio pero fue increíble ver con que la naturaleza los niñosnse fueron asociando por edades y se pusieron a jugar entre ellos o solos con el juguete que más le llamó la atención. No faltó quien preocupado por su hijo para que fuera golpeado o no fuera a golpear hiciera marca personal, pero esa marca semfue relajando y al final todos observaban a todo sin intervenir en los juegos.
Fue un ejercicio que me recordó lo simple y sencillo que deberían de ser los cumpleaños, con poca inversión, dando a los niños lo que necesitan y nada más, confiando plenamente que ellos solos pueden divertirse y no requieren ser entretenidos con espacio, juguetes sencillos, mucha libertad y poca intervención.
¿El saldo? blanco, solo dos bebés lloraron pidiendo alimento, ningún accidente, ningún pleito, niños jugando felices y un muy feliz cumpleaños.
Gracias a quienes nos acompañaron y compartieron todo esto con el chaparrón.